La madrugada del 8 de diciembre, cuando Antioquia celebraba la tradicional Noche de Velitas, el municipio de La Ceja vivió un hecho que transformó una fecha de luz y unión familiar en una jornada marcada por el luto. La muerte de Jhony Alejandro Quirama Gaviria, de 40 años, dejó al descubierto tensiones que cada año se repiten alrededor del uso de la pólvora en zonas residenciales.
En el barrio El Concejo, las detonaciones eran constantes desde la noche anterior. Pese a las regulaciones municipales y las advertencias sobre el manejo de elementos pirotécnicos, un grupo de personas continuó quemando voladores sin las distancias mínimas de seguridad, en medio de ambiente festivo y consumo de licor.
Dentro de su vivienda, Jhony compartía con su familia. La cercanía de los estallidos, el riesgo latente para menores y adultos, y la caída de residuos incandescentes sobre el sector motivaron que saliera repetidamente a pedir prudencia. Sus solicitudes buscaban evitar un accidente que, a esas alturas de la noche, parecía cada vez más probable.
Los riesgos se materializaron cuando un volador mal manipulado lesionó levemente a una mujer del grupo que realizaba la quema. Ese incidente confirmó que la situación había escalado más allá de una simple molestia por ruido: la integridad de quienes estaban en el lugar se encontraba comprometida.
Jhony volvió a solicitar que la actividad se detuviera o se desplazara a un lugar seguro. Sin embargo, minutos después, la situación derivó en una confrontación que terminó en un ataque que le arrebató la vida en cuestión de instantes. El presunto agresor escapó del lugar, aunque su identidad ya es conocida por las autoridades.
Más allá del hecho violento, el caso volvió a encender el debate sobre la quema de pólvora en espacios residenciales y las consecuencias que, cada diciembre, afectan a comunidades enteras.
Las normativas vigentes buscan proteger a la población, pero su cumplimiento sigue siendo un desafío. En los últimos años, la combinación de licor, imprudencia y manejo inadecuado de pirotecnia ha generado emergencias que incluyen incendios, quemaduras, riñas y tragedias como la ocurrida esa madrugada.
Los organismos judiciales adelantan la búsqueda del presunto responsable y continúan la recolección de pruebas para esclarecer completamente los hechos. Paralelamente, la administración municipal reforzó los llamados a evitar el uso de pólvora y recordó las sanciones asociadas a su manipulación y comercialización ilegal.
Este caso reflejó una realidad que se repite año tras año en varias regiones: la pólvora, vista por muchos como tradición, continúa transformándose en un disparador de emergencias, daños materiales y confrontaciones entre vecinos.
Los hechos de La Ceja abren nuevamente el debate:
¿Qué tan preparada está la comunidad para manejar elementos que pueden convertirse en armas accidentales?
¿Y qué tan efectiva es la regulación sin una verdadera conciencia colectiva?
La muerte de Jhony Alejandro Quirama deja una reflexión que trasciende el barrio El Concejo: ninguna celebración justifica poner en riesgo la vida de otros. La temporada decembrina, asociada históricamente a unión y paz, volvió a ser interrumpida por la mezcla de imprudencia y exceso.
Hoy La Ceja pide justicia. Y Colombia entera observa cómo, una vez más, la pólvora se convierte en un problema que no debería repetirse.


