A las nueve de la noche, el cielo de Medellín se iluminaba con estrellas, la luna, luces naranjas y moradas. En los barrios, los niños todavía pedían dulces y los adultos disfrutaban las últimas horas de la celebración de Halloween. Pero, mientras tanto, en el sector de La 33 con la Avenida Guayabal, el sonido de los motores comenzaba a romper la calma.
Eran decenas de motociclistas disfrazados, unos con máscaras de payasos, otros con trajes fluorescentes que se preparaban para salir en caravana. Mientras que un operativo sorpresa se desplegaba en toda la ciudad.
Fueron más de 1.300 uniformados, agentes de tránsito y equipos del Distrito que estaban en alerta máxima. Los puntos críticos: Belén, La 33, Manrique, El Poblado, el barrio Antioquia y Castilla. En el aire, los drones del Centro de Monitoreo C4 rastreaban los movimientos con precisión.
A las 9:20, la caravana de motos arrancó por toda La 33. Luces de neón, escapes sonando y cámaras de celulares grabando el “show”. Pero apenas doblaron hacia Guayabal, las sirenas sonaron. Retenes en ambos sentidos, agentes con linternas y patrullas bloqueando los pasos.
“¡Alto ahí, documentos y licencias!”, gritó un uniformado mientras las luces azules y rojas iluminaban las fachadas. Algunos motociclistas trataron de escapar entre los carros, otros simplemente apagaron el motor y esperaron.
Uno de ellos, con máscara de calavera, soltó resignado:
“Pensé que íbamos a dar una vuelta tranquila… pero esta vez nos tenían cercados. No había por dónde salir.”
En cuestión de minutos, la avenida se convirtió en una escena de control total: decenas de motos inmovilizadas, conductores revisados y agentes revisando antecedentes. Desde la radio de una patrulla, llegaban reportes similares desde otros puntos de la ciudad.
El balance final fue claro: 182 motocicletas inmovilizadas, 15 carros detenidos y 400 comparendos por diferentes infracciones. Los motivos iban desde conducción temeraria y modificaciones ilegales hasta participación en caravanas no autorizadas.
“Queremos que la gente disfrute, pero con respeto. Estas rodadas ponen en riesgo vidas y afectan la movilidad. No vamos a permitir el desorden”, declaró un vocero de la Secretaría de Seguridad, mientras una grúa levantaba las últimas motos en la 33.
En redes sociales, los videos del operativo explotaron. Se veían luces de sirenas, motociclistas detenidos y comentarios que se dividían entre el apoyo y la crítica. Algunos aplaudían la acción, otros pedían espacios organizados para las rodadas.
Ya pasada la medianoche, Medellín recuperó su calma. Las sirenas se fueron apagando y las calles quedaron vacías, con el eco de los motores disipándose en la distancia.
En los patios de tránsito, en cambio, la historia era otra, pues fueron decenas de motos alineadas como testigos de una noche en la que la adrenalina se topó con la autoridad.






