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Dos personas perdieron la vida cuando iban en una moto en la Autopista Norte, Medellín

by noticias@prensapaisa.com

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Familiares y amigos le hacen luto a Daniel Estrada Gallo, de 32 años, y al menor Alejandro Pabón Gutiérrez, de apenas 14, quienes fallecieron en un accidente de tránsito cuando iban en una moto rumbo a trabajar.

Eran alrededor de las 7 de la mañana cuando Daniel y Alejandro salieron en su motocicleta rumbo a sus labores diarias. Daniel trabajaba en una construcción, “iba por días”, contaron sus compañeros, y aquel lunes debía presentarse en una obra al norte del Valle de Aburrá. El joven Alejandro lo acompañaba, como acostumbraba hacerlo, con la curiosidad y el entusiasmo de quien apenas comienza a entender la vida.

Sin embargo, el recorrido terminó en tragedia. A la altura de la empresa Zenú sede Medellín, en la Autopista Norte, los dos fueron embestidos por un bus de servicio público y un furgón.

Las versiones preliminares indican que la motocicleta habría intentado maniobrar entre los dos vehículos, pero el impacto fue tan fuerte que ninguno de los dos ocupantes sobrevivió.

La movilidad permaneció colapsada durante varias horas mientras los agentes de tránsito y el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) adelantaban la inspección del lugar. Las autoridades trabajan para establecer las causas exactas del siniestro, aunque no se descarta un posible exceso de velocidad o una mala maniobra en medio del tráfico.

En la vereda El Pedregal, las lágrimas no se detienen. Daniel era conocido por su sencillez y su espíritu trabajador. “Siempre saludaba con una sonrisa, siempre dispuesto a ayudar”, recuerda doña Teresa, una vecina que lo vio crecer.

Alejandro, el menor, era un muchacho alegre, lleno de sueños y energía. “Le gustaba mucho la mecánica, decía que quería aprender para arreglar motos como los grandes”, cuenta entre sollozos su tía, quien lo crió desde pequeño.

La comunidad, unida por el dolor, ha encendido velas frente a las casas de las familias afectadas. Las calles, que solían llenarse de risas y conversaciones, hoy solo tienen silencio y oraciones.

Daniel representaba la historia de muchos jóvenes trabajadores de Itagüí: hombres que se levantan cada día antes del amanecer para buscar el sustento de los suyos. No tenía un empleo fijo, pero nunca le faltaba la voluntad de salir adelante. “Era un berraco, se la rebuscaba donde fuera, pero nunca se quedaba quieto”, dijo un amigo cercano.

Alejandro, por su parte, estudiaba y ayudaba en casa en sus ratos libres. Sus compañeros de colegio aún no comprenden lo ocurrido. En el aula dejaron un pupitre vacío, lleno de flores y cartas, como símbolo del amigo que se fue demasiado pronto.

En los próximos días, la comunidad acompañará los sepelios de Daniel y Alejandro. Los vecinos preparan una eucaristía en su memoria, y no falta quien proponga un mural en la vereda para recordarlos como lo que fueron: dos buenas personas, humildes, trabajadoras y llenas de vida.

“Duele mucho ver que se vayan así, porque eran parte de nosotros”, dice un habitante del sector. “El Pedregal está de luto.”

Dos vidas se apagaron en cuestión de segundos, pero su recuerdo quedará vivo en la memoria de un pueblo que los vio crecer. En Itagüí, la tristeza se mezcla con la impotencia, y las velas encendidas a la orilla de la carretera son el reflejo de una verdad dolorosa: nadie está preparado para una despedida tan temprana.

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