Todavía no amanecía del todo cuando los uniformados, funcionarios y operarios llegaron a la margen del río Medellín. El movimiento de camiones y retroexcavadoras rompió el silencio, mientras los primeros rayos de sol iluminaban los cambuches que, por semanas, habían ocupado un tramo de la Avenida Regional.
Uno a uno, los improvisados techos de plástico y cartón fueron cayendo. Al tiempo, los equipos de aseo compactaban montones de residuos que, además de afectar la movilidad, habían convertido el lugar en un foco de inseguridad.
Las lonas verde azules, los palos improvisados y hasta colchones viejos se fueron bajando uno a uno. Los funcionarios recogierob muchas bolsas y escombros que parecían no tener fin. Todo eso que le quitaba seguridad y movilidad a la zona quedó convertido en un lugar limpio.
Lo que parecía un rincón olvidado volvió a la vida: se siente más puro, más seguro y más de todos. Y el mensaje fue claro: Medellín no quiere ver sus corredores estratégicos convertidos en cambuches.
No hubo confrontaciones. Solo la certeza de que aquel espacio, que parecía perdido, volvía a la ciudad. “Esto no es contra nadie, es a favor de todos”, dijo uno de los funcionarios mientras observaba cómo el sector recuperaba su cara limpia y despejada.



