“El 17 de mayo de 2018 es una fecha que llena de nostalgia y dolor a Paola Domínguez, la madre del joven Adrián Eduardo, pues ese día dos hombres armados irrumpieron en su humilde vivienda en la vereda Bejuquillo, de Cáceres y se llevaron un “pedaso” de su vida; su hijo que en ese entonces tenía 16 años de edad.
La pesadilla empezó a las 11 de la noche cuando ella escuchó tocar fuerte e insistentemente la puerta de su casa, no sospechaba nada malo, solo pensó que se trataba de los amigos de su hijo que lo estaban buscando. Cuando la abrió, se encontró de frente con dos hombres encapuchados que portaban pistolas. Ellos no intercabiaron palabras con Paola, solo ingresaron a la fuerza preguntando por Adrián Eduardo Domínguez.
El desespero, los nervios, el miedo y las lágrimas no se hicieron esperar, en ese momento ella pensó que asesinarían a su hijo, pues los dos hombres armados empezaron a buscarlo en los cuartos de la casa, hasta que en uno de ellos lo encontraron dormido. Sin importarles nada, lo levantaron y le amarraron las manos con una pita sin darle explicación alguna, mientras su madre
suplicaba que no lo hicieran.
Mientras le amarraban las manos a Adrián, él miraba con lágrimas en los ojos a su madre y le pedía que lo ayudara. Su mirada en ese momento reflejaba lo desconcertado que se sentía, pero no podía hacer nada; su vida dependía de su comportamiento.
Era tanto el desespero y la impotencia de Paola que ofreció dinero a los captores para que no se lo llevaran, pero ellos no aceptaron manifestando que estaban cumpliendo una orden. Ni las súplicas y mucho menos el llanto descontrolado de su madre le ablandó el corazón a los dos hombres encapuchados.
Los integrante del grupo armado terminaron de amarrarle las manos hacia atrás y lo sacaron de la casa con la ropa que tenía puesta mientras dormía. Para ella, ver a su hijo salir en esas condiciones le destrozaba el corazón, y más porque no podía hacer nada. En ese instante quería detener el tiempo, pero ocurría lo contrario, sentía que avanzaba con celeridad y veía angustiada cómo su hijo desaparecía en la oscura y fría noche.
Desde ese entonces la vida para Paola y su familia no es la misma, todos los días recuerda a su hijo y eleva oraciones a Dios para que regrese a su hogar sano y salvo; la esperanza nunca la pierde. Ella siempre lo tiene presente como un joven alegre, amigable y colaborador.
Ya se cumplen 5 años de la desaparición del joven y un día como hoy es lleno de nostalgia para sus familiares. Cuando se lo llevaron, Adrián tenía 16 años de edad y en este 2023 estaría celebrando los 21 al lado de su familia, pero su paradero es incierto.
Quien tenga información sobre este hombre, por favor, informar, a las autoridades”.